ningún discurso
-ni Freud, ni Martí-
sirvió para detener la mano
la máquina
del torturador.
Pero cuando una palabra escrita
en el margen en la página en la pared
sirve para aliviar el dolor de un torturado,
la literatura tiene sentido.
Los poemas tristes son un secreto homenaje a la alegría. De ser posible, yo pediría ser barco, uno que va hacia su naufragio y sabe que hay ...